Las bellas fotos de los Países Bajos evocan un romántico anhelo de belleza y gracia. ¿Cómo se puede permanecer en una habitación mal ventilada, indiferente a las monótonas hileras de monstruosidades de hormigón que se ven por la ventana, cuando en algún lugar los pétalos aterciopelados de los tulipanes revolotean tentadores, y la casita más ordinaria de un pueblo pesquero parece una escena de un cuento de hadas? ¿Qué clase de gente vive en las casas isleñas de colores brillantes sobre los canales, dibujadas en triángulos y cuadrados por la mano traviesa de alguien?
Las fotos profesionales de las vistas de los Países Bajos avivan el interés por el país, lo que lleva a pensar en un viaje. El atractivo resplandor del Barrio Rojo de Ámsterdam y las altísimas torres de las iglesias católicas del sur, los grandes palacios medievales de La Haya y las casas cúbicas de Rotterdam: ¿cómo pueden coexistir en un mismo país tales contrastes? Ni siquiera las fotos y vídeos más hábiles de Holanda conocen la respuesta.
Parece que el mayor misterio del reino sólo puede resolverse en persona, viendo cómo las ideas radicales de la modernidad se derraman por las estrechas calles de las ciudades antiguas.
En invierno, las imágenes de los centros turísticos despiertan la imaginación. Y no importa que el agua del Mar del Norte esté fría: basta con mirar las caras de los surfistas para sentir la tentación de subirse a la tabla y enfrentarse al viento.
Y si por casualidad capta un vídeo de los Países Bajos durante el tradicional carnaval de febrero o las celebraciones del Día de la Reina, está de suerte: la energía del regocijo público se transmite instantáneamente al espectador, y la única forma de resistirse a la tentación es sucumbir a ella al instante.