En la Ciudad Eterna, hay tanto que ver que los turistas se sienten abrumados por las opciones. ¿Por dónde debería empezar uno su encuentro con Roma? Quizás por los monumentos mundialmente famosos: el Coliseo y el Panteón, el Foro Romano con sus coloridas ruinas, y la Fontana di Trevi. Una vez que hayas cubierto las atracciones imprescindibles, bienvenido a los rincones menos conocidos de la ciudad, que no todos conocen. Por ejemplo, muchos pasan por alto la Colina Aventina, y eso es un error. Aquí, en las puertas del monasterio de la Orden de Malta, hay un ojo de cerradura. Se cree que a través de él se pueden ver tres países a la vez: Italia, donde se encuentran las puertas, el Vaticano (la cúpula de la Basílica de San Pedro) y Malta, a la que pertenece la orden.
Para los entusiastas de la comida, es imprescindible explorar los restaurantes de Roma y saborear los platos más deliciosos de la cocina italiana. Prueba la pasta Carbonara, la pizza, el prosciutto y, por supuesto, los vinos locales. Si deseas un bocadillo rápido, compra un panino, un sándwich cerrado con varios rellenos que satisface perfectamente el hambre y es asequible. Los amantes de lo dulce difícilmente resistirán el gelato, que se vende literalmente en cada esquina de Roma. Se cree que el mejor gelato se ha servido durante más de 50 años en Gelateria Ciampini, entre la Plaza de España y la Piazza Navona.