Situada a lo largo de la costa meridional de la península de Apsherón, Bakú, capital de la República de Azerbaiyán, fue denominada a menudo París oriental en el siglo pasado.
Uno de los rasgos definitorios de la ciudad es su entorno en forma de anfiteatro que desciende hacia el mar Caspio. Bakú ha experimentado un rápido desarrollo económico e industrial, y su población casi se ha duplicado en la última década hasta alcanzar los 4 millones de habitantes, de los cuales sólo el 43% son azerbaiyanos.
La historia de Bakú se remonta al año 885, aunque fue fundada incluso antes. Su situación estratégica en la encrucijada de las rutas migratorias y comerciales, junto con un clima fértil y vastos recursos de combustible, han hecho de Bakú un atractivo para los conquistadores a lo largo de la historia.
A lo largo de doce siglos, la ciudad ha sido testigo de conflictos por el control entre diversas potencias, como los shirvanshahs, los mongoles y los persas. Los numerosos pozos petrolíferos de Bakú, capaces de producir tres toneladas de petróleo al día, desempeñaron un papel fundamental durante la Segunda Guerra Mundial como principal centro de abastecimiento de combustible para la aviación militar y los vehículos blindados soviéticos.
En 1994, Bakú se convirtió en el centro neurálgico de la industria energética con la firma del "Contrato del Siglo", de 400 páginas, que definía el reparto de la producción de yacimientos de aguas profundas como Azeri, Chirag y Gunashli.
Más recientemente, Bakú se ha transformado en un importante centro cultural, marcado por la construcción de edificios ultramodernos que recuerdan a Dubai y Singapur. Estos avances se han visto impulsados por los petrodólares de la ciudad en los últimos tres o cuatro años.