Muchas personas inicialmente cuestionan el atractivo de Reikiavik, una ciudad caracterizada por sus pequeñas casas uniformes cubiertas de coloridos techos de hojalata. Sin embargo, al llegar, rápidamente caen bajo el hechizo de la magia de la capital islandesa. Los visitantes a menudo aceptan los altos precios del alojamiento y la comida como parte de la experiencia. Después de comprar productos de plata y lana a precios asequibles, los turistas regresan a casa con la sensación de haber sido parte de un cuento de hadas.