Dubrovnik irradia grandeza, tranquilidad y un ritmo de vida un poco más lento, lo que atrae especialmente a los residentes de las bulliciosas metrópolis. A primera vista, Dubrovnik puede parecer una ciudad "museo", pero una mirada más cercana a su "corazón", revelada por las intrincadas calles adoquinadas, hace que uno desee vivir aquí. Cada mañana, abrir las persianas chirriantes e inhalar los aromas de las flores exóticas que bordean las paredes de piedra de los edificios... No es de extrañar que Bernard Shaw, quien se enamoró de Dubrovnik, escribiera: "¡En ningún lugar se puede encontrar tal armonía y belleza!"