Desplazándose lentamente de norte a sur como una pesada gota de leche, la tranquila y bien equipada Suecia parece un país de muñecas. Sin embargo, no saques conclusiones apresuradas: detrás de las coloridas fachadas de las casas con entramado de madera, los orgullosos pináculos de las catedrales góticas aún se elevan hacia el cielo, y las dentadas torres de castillos y fortalezas honran la memoria de la grandeza pasada. Y no importa que las rayadas velas de los drakkars hayan sido reemplazadas por las velas blancas de los yates, si la victoria aún tiene el mismo emocionante aroma de viento y sal. Un viaje a Suecia pone en movimiento las capas congeladas de la tradición, abriendo camino a un nuevo cuento de hadas.