El espíritu de libertad y la sed de aventura aún laten en Montreal, tal como lo hicieron hace siglos. Al pasear por calles adoquinadas y a través de parques pintorescos, sumergiéndote en la belleza de los impresionantes paisajes y las innumerables islas del río, no puedes evitar sentirte como un personaje del Lejano Oeste. Y cuando asciendes al mirador de Mont-Royal, un vívido caleidoscopio de eventos de la rica historia de la ciudad se despliega ante tus ojos.